Quién pensó y manifestó que”los diarios en papel están destinados a morir” poco y nada entiende sobre adaptación, y más todavía, sobre la vertiginosidad del mundo actual. Para nadie es un misterio que la revolución de las tecnologías no es sólo un eufemismo sino que es una realidad palpable por cualquiera, en donde a menudo vemos como la forma de comunicarnos evoluciona por medio de instrumentos de avanzada que de alguna u otra forma nos facilitan la vida y el ejercicio de nuestra profesión.
Sin embargo, me parece absurdo plantearse la muerte de los diarios de papel, primero que todo por la necesidad intrínseca de continuar con la tradición, entendiéndose ésta, como la visión romántica del olor a papel, la tinta y el suave cosquilleo entre los dedos con cada cambio de página. En segundo lugar porque creo que el problema no es la masificación de Internet ni de los medios electrónicos, sino la confusión que se ha producido entre ellos. Por ejemplo los diarios que en sus respectivos sitios web poseen la misma información que difunden en papel, producen que los usuarios opten en gran parte por la utilización de éste último por razones de precio e inmediatez; lo que se debe hacer entonces, es adaptarse, no competir sino vivir, entender que no se puede competir con la rapidez de Internet pero sí con su profundidad y análisis, también con la veracidad de sus fuentes y también con la discriminación letrada que el espacio virtual genera.
Y por último y no menos importante, me parece necesario señalar que para que esto ocurra (la muerte de papel) sería necesario un cambio globalizante y vinculante, que por lo menos en mi entendido no ocurrirá, ya que el problema del acceso a Internet no es sólo una cuestión de más o menos computadores, sino que de accesibilidad a la cultura letrada que representa el uso de uno de ellos. Para esto, se necesita un cambio de cultura y de entendimiento de las narrativas dominantes, en que el uso de este “espacio” sea neutral, y en donde se cambie la concepción de audiencia a usuario, algo que no sucederá; primero por interés y segundo por el culto al recuerdo, la memoria y la tradición que merece un diario o un libro.
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